Qumrán, uno de los tesoros más importantes de la humanidad que ha vertido nueva luz en el conocimiento de los inicios del cristianismo. Qumrán, cuevas, tinajas y manuscritos…
El estudio del cristianismo primigenio siempre se ha revelado como arduo y dificultoso: en aproximadamente los tres siglos que van desde la muerte de Jesús hasta el primer Concilio de Nicea, se desarrolla y se complejiza esta religión.
Normalmente se considera al cristianismo como una fusión de doctrinas: su estudio revela una composición elaborada a manera de “capas de cebolla” en torno al núcleo primigenio que constituye la doctrina de Jesús de Nazaret.
En este sentido recordemos las sectas en las que se dividía el judaísmo de la época en que vivió Jesús: Saduceos, Fariseos, Essenios y Zelotes. Siendo los primeros un grupo menor al que pertenecía la casta dominante y siendo los últimos un grupo belicoso y nacionalista, no vemos en ellos mayores aportes al cristianismo o al pensamiento de Jesús.
Es, sin duda, el judaísmo fariseo al cual adherían la enorme mayoría de la población de Judea, el grupo en el cual Jesús se movía y enseñaba. No obstante la doctrina farisea no se ajusta a la perfección al pensamiento de Jesús: en él se encuentra presente la ideología essenia.
En “El Evangelio de Qumrán” analizo la incidencia de este grupo en Jesús pero en particular de una secta radical essenia: los qumranitas o los habitantes de Qumrán. Se trataba de un grupo mesiánico riguroso y ascético que presenta muchos elementos en común con el pensamiento de Jesús, al punto de poder afirmar que Jesús, uno de sus discípulos, etc., tuvieron que ver con este grupo y que adhirieron parcialmente a su doctrina.
Con una arqueología extensa he tratado de distinguir distintos sitios de ocupación en las Cuevas de Qumrán, y lo más importante, distintas etapas de ocupación. Uno de los mayores errores que se cometen al hablar de los manuscritos del Mar Muerto es la confundir etapas y asignar a todos los manuscritos y vestigios arqueológicos un momento único de interpretación.
En Qumrán coinciden rollos del siglo III a.C. con rollos del siglo I y II d.C.: de ninguna manera se puede hablar de una doctrina única, ni siquiera de un grupo único, que hubiera vivido en Qumrán. En todo caso debemos remitirnos a una ideología, un modo de vida y de entender el mundo diferente de acuerdo a los distintos períodos de tiempo. Pensemos que a nivel arqueológico situar en una misma capa vestigios de estos siglos con una distancia entre ambas cotas de quinientos años sería algo así como confundir como pertenecientes a una misma época los documentos elaborados por Cristóbal Colón con los difundidos por el Palacio de la Moncloa el pasado fin de semana.
Agradezco en forma particular la atención del Sr. Jesús García y Purificación Lozano de Editorial Creación, por el respeto y confianza que han tenido en la obra permitiendo que la misma tenga una acogida en el público lector.
El estudio del cristianismo primigenio siempre se ha revelado como arduo y dificultoso: en aproximadamente los tres siglos que van desde la muerte de Jesús hasta el primer Concilio de Nicea, se desarrolla y se complejiza esta religión.
Normalmente se considera al cristianismo como una fusión de doctrinas: su estudio revela una composición elaborada a manera de “capas de cebolla” en torno al núcleo primigenio que constituye la doctrina de Jesús de Nazaret.
En este sentido recordemos las sectas en las que se dividía el judaísmo de la época en que vivió Jesús: Saduceos, Fariseos, Essenios y Zelotes. Siendo los primeros un grupo menor al que pertenecía la casta dominante y siendo los últimos un grupo belicoso y nacionalista, no vemos en ellos mayores aportes al cristianismo o al pensamiento de Jesús.
Es, sin duda, el judaísmo fariseo al cual adherían la enorme mayoría de la población de Judea, el grupo en el cual Jesús se movía y enseñaba. No obstante la doctrina farisea no se ajusta a la perfección al pensamiento de Jesús: en él se encuentra presente la ideología essenia.
En “El Evangelio de Qumrán” analizo la incidencia de este grupo en Jesús pero en particular de una secta radical essenia: los qumranitas o los habitantes de Qumrán. Se trataba de un grupo mesiánico riguroso y ascético que presenta muchos elementos en común con el pensamiento de Jesús, al punto de poder afirmar que Jesús, uno de sus discípulos, etc., tuvieron que ver con este grupo y que adhirieron parcialmente a su doctrina.
Con una arqueología extensa he tratado de distinguir distintos sitios de ocupación en las Cuevas de Qumrán, y lo más importante, distintas etapas de ocupación. Uno de los mayores errores que se cometen al hablar de los manuscritos del Mar Muerto es la confundir etapas y asignar a todos los manuscritos y vestigios arqueológicos un momento único de interpretación.
En Qumrán coinciden rollos del siglo III a.C. con rollos del siglo I y II d.C.: de ninguna manera se puede hablar de una doctrina única, ni siquiera de un grupo único, que hubiera vivido en Qumrán. En todo caso debemos remitirnos a una ideología, un modo de vida y de entender el mundo diferente de acuerdo a los distintos períodos de tiempo. Pensemos que a nivel arqueológico situar en una misma capa vestigios de estos siglos con una distancia entre ambas cotas de quinientos años sería algo así como confundir como pertenecientes a una misma época los documentos elaborados por Cristóbal Colón con los difundidos por el Palacio de la Moncloa el pasado fin de semana.
Agradezco en forma particular la atención del Sr. Jesús García y Purificación Lozano de Editorial Creación, por el respeto y confianza que han tenido en la obra permitiendo que la misma tenga una acogida en el público lector.
Anillo Cristiano. Siglo III d.C. Se observa "el buen pastor". Se distingue que es cristiano por los dos peces en su base (Ichtus, Iēsoûs Christós Theoû hYiós Sōtér)